Divina Misericordia

lunes, 15 de junio de 2009

Carta de Don Casimiro López a su Diócesis "Ante la crisis, reforzar la caridad"

En el centro de la Solemnidad del Corpus Christi está el Sacramento de la Eucaristía, el Sacramento del amor, en que Cristo Jesús nos ha dejado el memorial de su entrega total por amor en la Cruz. En la Eucaristía, el mismo Cristo se nos ofrece como la comida que da la Vida y se queda presente entre nosotros para que, en adoración, contemplemos su amor supremo y nos dejemos empapar de él.

La Eucaristía es central y vital para la Iglesia y para cada cristiano; es la cima hacia la que caminan y la fuente de la que se nutren. Sin la celebración eucarística no habría Iglesia; y sin la participación plena en ella, la vida de todo cristiano languidece, se apaga y muere. En el Sacramento del Altar se hace actual la entrega total de Jesucristo hasta la muerte por amor en obediencia al Padre. En la Eucaristía, el Señor mismo nos invita a su mesa y nos sirve, y, sobre todo, nos da su amor hasta el extremo de ser Él mismo el que se nos da en el pan partido y repartido, y el vino derramado y entregado. La comunión del Cuerpo de Cristo une a los cristianos con el Señor, y en la comunión con Él, se alcanza la comunión de unos con otros. La Eucaristía crea y recrea la nueva fraternidad que es expansiva y que no conoce fronteras.

La Eucaristía tiene por ello unas exigencias concretas para el vivir cotidiano, tanto de la comunidad eclesial como de los cristianos; en ella está enraizado el Mandamiento nuevo del Amor. La Iglesia, cada comunidad eclesial y cada cristiano, están llamados a ser testigos del amor de Cristo, que celebran y del que participan, para que este amor llegue a todos, pues a todos está destinado.

Por ser la Eucaristía el Sacramento del Amor, la Iglesia celebra el Día de la Caridad en la Fiesta del Corpus. Este año, nuestra Cáritas diocesana incide de nuevo en la colecta y campaña extraordinaria lanzada en Navidad. Ante la profunda crisis económica y laboral, que padecemos, Cáritas nos llama con urgencia a rescatar la pobreza, que siempre y antes de nada, tiene rostro humano. Es el rostro de aquellos que en número creciente se quedan sin trabajo, el rostro de quienes se quedan sin el subsidio de desempleo, el rostro de las familias enteras sin trabajo ni subsidio, sin medios para comida, medicina o artículos de higiene, sin posibilidad de pagar el alquiler de la vivienda, los gastos corrientes de luz y agua, sin olvidar las hipotecas. No olvidemos tampoco la crisis y pobreza de valores morales y espirituales, que están en la base de la crisis económica.

A los cristianos, a nuestras comunidades cristianas y parroquiales y a nuestra Iglesia diocesana nos apremia el amor de Cristo. Los pobres no nos dejan indiferentes. Nuestras Cáritas -parroquiales, interparroquiales y diocesana- y otras obras de asociaciones de la Iglesia están desbordadas en el trabajo de los voluntarios y trabajadores, y en sus medios económicos. El Mandamiento Nuevo del amor nos urge a redoblar nuestro compromiso personal y nuestra generosidad económica. El Señor Jesús nos llama a reconocerle, acogerle y amarle en el hermano necesitado hasta compartir nuestro pan, nuestra vida y nuestra fe con él.

Exhorto a los sacerdotes a que redoblen sus esfuerzos para que esta campaña de Cáritas diocesana cale en nuestras comunidades. Y a todos los fieles os pido que colaboréis generosamente con vuestro tiempo y con vuestra aportación económica.

Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón

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