Divina Misericordia

domingo, 11 de enero de 2015

La diócesis Segorbe-Castellón lanza "LaHoja" para intercomunicar con los cristianos

La Hoja es una de las publicaciones más características y consolidadas de Segorbe-Castellón, que ahora se renueva y vuelve a nacer después de 50 años. Este cambio abre la puerta a una renovación mucho más amplia de la comunicación de la Iglesia, que quiere estar a la altura de su mensaje y hacerse más cercana a todos.

La Diócesis tiene una profunda aspiración de cercanía, para escuchar las esperanzas y las angustias del hombre de hoy, manteniendo un diálogo vivo con el mundo al que se desea llevar el mensaje de Cristo. “No basta con transmitir nuestra fe, es preciso encontrar a los hombres y mujeres para conseguir entablar una relación auténtica, testimoniando nuestra pertenencia a Cristo y los valores que derivan de ella. El papa Francisco subraya con frecuencia esta necesidad, recordando que hemos de ponernos en camino con todos, al paso del peregrino: ni delante ni detrás, sino a su lado”, como se mostró en la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales del año pasado: “Comunicar al servicio de una auténtica cultura del encuentro”.

Por eso, esta nueva revista está dirigida tanto a personas que participan de las parroquias, como a aquellas que se puedan encontrar ocasionalmente con ella. Pretende convertirse en el documento semanal donde mostrar que Dios se hace realmente presente en la Diócesis de Segorbe-Castellón. Que la Iglesia está viva y se hace vida en las parroquias y en las distintas realidades.

El reportaje, que será el tema central de la publicación, transmitirá esperanza y experiencias, asuntos de los que no se habla en otros medios pero que vale la pena dar a conocer y también temas actuales en los que la Iglesia puede iluminar y dar criterio.

La adaptación del nombre de esta nueva publicación da continuidad a “La Hoja Parroquial”, ya familiar y muy conocida por todos, que ahora pierde su apellido. Esta nueva publicación nace con grandes aspiraciones. Ahora 'La Hoja' es una revista más abierta y universal, cercana, fresca y moderna.

De los cambios que la Delegación de Medios está llevando a cabo, uno de los más significativos es la creación de una nueva página web en la que se está trabajando. Se trata de una nueva web fresca e intuitiva, que caminará en la misma dirección que esta revista. Este nuevo portal ofrecerá información de ultima hora, noticias, reportajes, entrevistas y videos. Además, los usuarios también podrán consultar horarios de misas, documentación de interés para la petición de algunos sacramentos, servicios que la Diócesis pone a disposición de los usuarios para ayuda espiritual y personal.

“La Iglesia es una de las mejores marcas de la Historia, lleva existiendo 21 siglos, tiene un líder claro y es Universal”, ya lo dijo el reconocido publicista David Ogilvy. Existen empresas que tienen que inventarse un producto que vender, una idea. Sin embargo la Iglesia Católica lo tiene, existe de verdad y a nadie deja indiferente.

La Iglesia nunca ha dejado de sorprender. Impulsó la propagación de libros con los manuscritos; tomó la delantera en publicidad con los primeros carteles, y las hojas y panfletos repartidos por las casas; en 1931 Pío XI encargó a Marconi que pusiera en marcha Radio Vaticana y el 12 de diciembre de 2012 el Papa Benedicto XVI inauguró la cuenta de Twitter @pontifex, que dos años después suma 17 millones de seguidores en 8 cuentas en diversos idiomas.

 El papa Francisco ha habituado a una comunicación inmediata, apasionada, sencilla, completamente abierta al encuentro con el mundo, con todas las culturas diversas, porque está fundada sobre la autenticidad. La comunicación de la Iglesia ha ido cambiando con los tiempos, sin embargo ha mantenido intacto su esencia, el mensaje de Jesucristo. Siguiendo las lineas del Santo Padre, ahora la Diócesis da un paso en su manera de llegar a todas las personas de todos los pueblos de Segorbe-Castellón.

El impacto de la comunicación social es enorme. Por medio de ella la gente entra en contacto con otras personas y con acontecimientos, se forma sus opiniones y valores. No sólo se transmiten y reciben información e ideas a través de estos instrumentos, sino que a menudo las personas experimentan la vida misma. 

sábado, 10 de enero de 2015

Yo no soy Charlie Hebdo, por Juan Manuel de Prada

Juan Manuel de Prada
Durante los últimos días, hemos escuchado calificar a los periodistas vilmente asesinados del pasquín Charlie Hebdo de “mártires de la libertad de expresión”. También hemos asistido a un movimiento de solidaridad póstuma con los asesinados, mediante proclamas inasumibles del estilo: “Yo soy Charlie Hebdo”. Y, llegados a la culminación del dislate, hemos escuchado defender un sedicente “derecho a la blasfemia”, incluso en medios católicos. Sirva este artículo para dar voz a quienes no se identifican con este cúmulo de paparruchas hijas de la debilidad mental.

Allá por septiembre de 2006, Benedicto XVI pronunció un grandioso discurso en Ratisbona que provocó la cólera de los mahometanos fanáticos y la censura alevosa y cobarde de la mayoría de mandatarios y medios de comunicación occidentales. Aquel espectáculo de vileza infinita era fácilmente explicable: pues en su discurso, Benedicto XVI, además de condenar las formas de fe patológica que tratan de imponerse con la violencia, condenaba también el laicismo, esa expresión demente de la razón que pretende confinar la fe en lo subjetivo, convirtiendo el ámbito público en un zoco donde la fe puede ser ultrajada y escarnecida hasta el paroxismo, como expresión de la sacrosanta libertad de expresión. Esa razón demente es la que ha empujado a la civilización occidental a la decadencia y promovido los antivalores más pestilentes, desde el multiculturalismo a la pansexualidad, pasando por supuesto por la aberración sacrílega; esa razón demente es la que vindica el pasquín Charlie Hebdo, que además de publicar sátiras provocadoras y gratuitamente ofensivas contra los musulmanes ha publicado en reiteradas ocasiones caricaturas aberrantes que blasfeman contra Dios, empezando por una portada que mostraba a las tres personas de la Santísima Trinidad sodomizándose entre sí. Escribía Will Durant que una civilización no es conquistada desde fuera hasta que no se ha destruido a sí misma desde dentro; y la basura sacrílega o gratuitamente ofensiva que publicaba el pasquín Charlie Hebdo, como los antivalores pestilentes que defiende, son la mejor expresión de esa deriva autodestructiva.

Debemos condenar este vil asesinato; debemos rezar por la salvación del alma de esos periodistas que en vida contribuyeron a envilecer el alma de sus compatriotas; debemos exigir que las alimañas que los asesinaron sean castigadas como merecen; debemos exigir que la patología religiosa que inspira a esas alimañas sea erradicada de Europa. Pero, a la vez, debemos recordar que las religiones fundan las civilizaciones, que a su vez mueren cuando apostatan de la religión que las fundó; y también que el laicismo es un delirio de la razón que sólo logrará que el islamismo erija su culto impío sobre los escombros de la civilización cristiana. Ocurrió en el norte de África en el siglo VII; y ocurrirá en Europa en el siglo XXI, a poco que sigamos defendiendo las aberraciones de las que alardea el pasquín Charlie Hebdo. Ninguna persona que conserve una brizna de sentido común, así como un mínimo temor de Dios, puede mostrarse solidaria con tales aberraciones, que nos han conducido al abismo.

Y no olvidemos que el gobierno francés –como tantos otros gobiernos occidentales–, que amparaba la publicación de tales aberraciones, es el mismo que ha financiado en diversos países (y en especial en Libia) a los islamistas que han masacrado a miles de cristianos, mucho menos llorados que los periodistas del pasquín Charlie Hebdo. Puede parecer ilógico, pero es irreprochablemente lógico: es la lógica del mal en la que Occidente se ha instalado, mientras espera la llegada de los bárbaros.

Publicado originalmente en ABC