Divina Misericordia

domingo, 28 de octubre de 2012

La diócesis de Segorbe-Castellón recupera la memoria y herencia del Concilio Vaticano II

La diócesis de Segorbe-Castellón recupera la memoria y herencia del Concilio Vaticano II, con motivo del 50 aniversario de su apertura por el Papa Bueno, el Beato Juan XXIII, efeméride que el actual Pontífice, Benedicto XVI, ha aprovechado para declara un año de la Fe. A nivel diocesano, este domingo se distribuirán cerca de 8.000 ejemplares de un número especial de Hoja Parroquial dedicado al mayor acontecimiento de la Iglesia Católica del siglo XX.

 En un artículo elaborado para la ocasión, el Obispo diocesano, monseñor Casimiro López Llorente, indica el mensaje fundamental del Concilio: “el cristianismo en su esencia consiste en la fe en Dios, que es Amor trinitario, y en el encuentro, personal y comunitario, con Cristo que orienta y guía la vida. Todo lo demás se deduce de ello”. Así mismo anima a retomar sus documentos y releerlos de nuevo.

Además, la revista diocesana también ofrece un recorrido de la A a la Z del Concilio, explicando los documentos que elaboró, la renovada visión de la Iglesia, su especificidad, los participantes o su actualidad. A este efecto, se retoma la declaración de Juan Pablo II al inicio del mileno, en la que afirmaba que “a medida que pasan los años, aquellos textos no pierden su valor ni su esplendor. Es necesario leerlos de manera apropiada y que sean conocidos y asimilados como textos cualificados y normativos del Magisterio, dentro de la Tradición de la Iglesia” (NMI 57).

Como un testimonio directo al Vaticano II, hayuna entrevista con el sacerdote Elías Sanz, que fue administrador apostólico de la Diócesis antes de la llegada de monseñor López Llorente, y que estuvo en Roma durante la segunda sesión del Concilio. Sanz explica anécdotas de Juan XXIII, recuerda cómo era el ambiente entre los estudiantes de teología, y da criterios para valorar la herencia del Concilio Vaticano II.

Fuente: agenciasic.es

sábado, 6 de octubre de 2012

Lepanto: Auxilio de los cristianos

El próximo domingo, 7 de octubre, es la festividad de Nuestra Señora del Rosario y se cumplen 441 años de la victoria de la cristiandad en la batalla de Lepanto.
 

Ese día, una armada de 208 galeras y naves de apoyo, organizada por el Santo Padre Pio V –posteriormente San Pío V– y formada por España, Venecia y los Estados Pontificios, que se llamó La Santa Alianza, se enfrentó a la armada turca, superior en medios y hombres, considerada como la armada y el ejército más poderoso del mundo.

Como digo, la Santa Alianza estaba constituida por una poderosa armada constituida por naves de España, Venecia y los Estados Pontificios, escritos los nombres de las naciones en función del número de naves aportadas, de mayor a menor. Hay que tener en cuenta que España era, además de la Península Ibérica, Sicilia, Nápoles y demás posesiones en Europa. Además, contaba con una fuerza de infantería embarcada, constituida por 7.000 hombres de los Tercios Españoles con base en Nápoles, Sicilia y Cerdeña -la mejor infantería del mundo, en aquellos tiempos-, 7.000 hombres de los tercios italianos y 8.000 hombres de los tercios alemanes, ambos al servicio de España. La aportación de infantería de la República de Venecia y de los Estados Pontificios, era de poca entidad y de baja calidad en el caso de la República de Venecia. La artillería embarcada en la flota de la Santa Alianza era, por el contrario, de superior calidad a la de la armada turca, además de más numerosa.

 La armada de Alí-Pachá, en la práctica, era dueña de todo el Mediterráneo oriental. Acababa de arrebatarle a la República de Venecia la ciudad de Famagusta, último enclave que le quedaba en la isla de Chipre. Mientras que las costas del Mediterráneo Occidental eran constantemente acosadas por los piratas berberiscos del norte de África, aliados y subordinados del Imperio Turco.

 La armada turca era más numerosa de la cristiana, victoriosa en los mares y embarcaba una infantería que no había dejado de combatir, casi siempre victoriosa, además de contar con un cuerpo temible, los Jenízaros.

El Jefe de la Armada Turca era Alí-Pachá, mientras que el Generalísimo de la Santa Alianza era D. Juan de Austria, que contaba con 24 años de edad, pero ya había cosechado victorias militares expulsando a la morisma de las Alpujarras, había demostrado ser un buen general y un combatiente arrojado y valiente.

El choque de ambas fuerzas, en el golfo de Lepanto, fue terrorífico. El mar se tiñó de sangre y las pérdidas humanas fueron muy elevadas, sobre todo en el lado turco. La armada turca, en la práctica, dejó de existir al igual que la infantería turca, jenízaros incluidos. Los tercios españoles reforzaron su fama de una ferocidad y acometividad sin igual. Se puede concluir que fue una batalla terrestre, dentro de una batalla naval.

La victoria de la cristiandad en Lepanto supuso un golpe moral al Islam, formidable, que no fue seguido de nuevas conquistas. Las causas fundamentales fueron la muerte del Papa, meses después, y las fuertes desavenencias entre España y la República de Venecia.

Pero hubo un hecho muy importante que no debe quedar en el olvido. Ese mismo día, 7 de octubre, el Santo Padre se encontraba despachando con su tesorero, el cardenal Busotti cuando, de repente, quedó quieto, como si estuviera escuchando, hizo un gesto al cardenal para que se callara, se acercó a una ventana que daba a oriente, la abrió y se asomó a ella. En esta postura se mantuvo por unos momentos, pero el cardenal quedó impresionado al ver que al Santo Padre se le transfiguraba el semblante, algo sobrenatural estaba ocurriendo. Pasados unos minutos el Santo Padre volvió en sí y dijo:

“No es hora esta de tratar de negocios, Demos gracias a Dios por la victoria alcanzada sobre los turcos…”

Y dicho esto se retiró a su oratorio. El cardenal Busotti relató lo sucedido a varios cardenales y solicitó que un notario levantara acta de los mismos.

El 26 de octubre, diecinueve días después, llegó a Roma, por barco, la noticia de la victoria en Lepanto y el relato de los combates. El Cardenal Busotti mandó llamar a astrónomos, que hicieron el cálculo de los días y las horas, llegando a la conclusión que el Santo Padre tuvo la revelación divina de la victoria justo en el momento en que la infantería de los tercios españoles de D. Juan de Austria cargaba por última vez contra “La Sultana”, que era la galera capitana de la armada turca y galera de Alí-Pachá.

 El acta notarial con los testimonios documentados del conocimiento de la victoria en Lepanto, por el Santo Padre, en el mismo momento de la misma, fueron leídos por el padre Coloma, en el expediente de canonización de San Pio V.

El Papa San Pio V, introdujo en el rezo del Santo Rosario la letanía “Auxilio de los Cristianos” en agradecimiento a la Santísima Virgen María por su ayuda en la Victoria de Lepanto. Además, quedó instituido el 7 de octubre, día de Nuestra Señora del Rosario.

Ángel Travesí