Divina Misericordia

miércoles, 23 de septiembre de 2009

El obispo de Segorbe-Castellón promueve la creación de un seminario familiar para vocaciones precoces

El obispo de la diócesis Segorbe-Castellón Casimiro López Llorente pide a los sacerdotes que durante las próximas semanas se comprometan activamente en una campaña vocacional para encontrar candidatos que quieran participan en un Seminario Familiar. Esta iniciativa se trata de un recorrido de discernimiento con muchachos, mayores de 12 años, que muestren gérmenes de vocación sacerdotal, estén dispuestos a pertenecer al mismo y se comprometan a participar en un proceso de discernimiento y de acogida de su posible vocación sacerdotal.

A diferencia del Seminario menor tradicional, los jóvenes no llevarán un régimen de internado ni realizarán sus estudios en un solo centro, sino que vivirán normalmente en sus casas, con su familia, asistirán a las clases en el Colegio o Instituto respectivo y participarán en las actividades de sus parroquias. Ahora bien, además del acompañamiento personal por sus padres, el responsable del Seminario y sus sacerdotes, una vez al mes tendrán juntos actividades vocacionales y formativas para ayudarles a responder a las preguntas que anidan en su corazón sobre una posible vocación sacerdotal.

Esta iniciativa responde a la preocupación por el escaso número de seminaristas mayores y la alta edad media del clero, pero sobretodo a "la escasa e insuficiente presencia de la pastoral vocacional al ministerio ordenado en la vida y en la acción pastoral de nuestras comunidades y grupos", ya que, según el obispo, muchas veces la acción para suscitar nuevos presbíteros se limita a orar y no se aprovechan suficientemente las ocasiones, como la preparación a los sacramentos, el colegio o las clases de religión, para dar la oportunidad a los niños y jóvenes de preguntarse si Dios los llama a ser sacerdotes, cuestión que
"cada uno debería hacerse alguna vez en su vida".

Fuente: El Periódico Mediterráneo
Foto: procesión corpus/El Informal Segorbino

sábado, 19 de septiembre de 2009

El obispo de Segorbe-Castellón destaca que "la formación es algo necesario y permanente"

El obispo de Segorbe-Castellón, monseñor Casimiro López, titula su carta dominical de esta semana "La formación: objetivo prioritario". En ella destaca que la formación centrará de forma preferente el trabajo del nuevo curso pastoral. Este pasado sábado el obispo de la diocésis ha presidido en el seminario Mater Dei de Castellón la Jornada Diocesana de apertura del nuevo curso pastoral 2009-2010.



Con la Jornada Diocesana de este sábado iniciamos un nuevo curso pastoral. Lo hacemos con la confianza de sabernos acompañados, guiados y fortalecidos por el Espíritu del Señor Resucitado. En este segundo año de aplicación de nuestro vigente Plan Diocesano de Pastoral vamos a centrar nuestro trabajo pastoral de modo preferente en la formación; es su segundo objetivo específico. Queremos, en efecto, cuidar la formación integral de todos los miembros de la comunidad eclesial, con especial atención a los sacerdotes, a las familias y a los jóvenes.

La formación es algo necesario y permanente en la vida de todo cristiano, independientemente del don, de la vocación, del ministerio o carisma, que cada uno hayamos recibido, de la edad y del estado. No podemos reducir la formación al tiempo de la iniciación cristiana en la infancia, en la adolescencia o en la edad adulta; como tampoco se puede limitar al tiempo de formación inicial en el seminario o en otros centros o escuelas.

Con frecuencia identificamos la formación cristiana con la adquisición de conocimientos de la doctrina y de la moral de la Iglesia. Esto es sumamente necesario y especialmente urgente, pues constatamos que muchos de nuestros cristianos desconocen las verdades más elementales de la fe y de la moral de la Iglesia. Y sin ello nadie podrá darse ni dar razones de su fe ni de su esperanza, máxime en un mundo descristianizado.

Pero la formación cristiana no puede quedar reducida a la adquisición de conocimientos, sino que ha de ayudar, en primer lugar, a crecer y madurar como cristianos según la vocación, ministerio o tarea recibida. Por ello ha de propiciar el encuentro con el Dios vivo, que nos ha revelado en Jesucristo la fuerza transformadora de su amor y de su verdad; es decir, ha de llevar al encuentro personal con el Señor Resucitado, que suscita el deseo de crecer en el conocimiento, en la comprensión y en el amor de Cristo y de su enseñanza. De este modo, quienes se encuentran con Él se ven impulsados por la fuerza de la gracia y del Evangelio a llevar una vida marcada por el seguimiento del Señor y una vida de testimonio cristiano, alimentada y fortalecida en la comunidad de los discípulos del Señor, la Iglesia.

Encuentro vivificante y transformador con el Señor, conocimiento de él y de sus enseñanzas en la tradición viva de la Iglesia, y testimonio en la Iglesia y en el mundo son fines inseparables de la formación cristiana. Formarse en cristiano es dejarse formar, transformar y renovar por el Señor, por su Palabra y por sus Sacramentos hasta llegar a ser hombres nuevos, con un nuevo modo de pensar, querer, sentir, actuar y existir; y éste no es otro sino el del Cristo y de su Evangelio. Sólo seremos ‘hombres nuevos', como dice San Pablo, si nos dejamos conquistar, formar y plasmar por el Hombre nuevo, Jesucristo.

Un nuevo curso pastoral es un tiempo de gracia que el Señor ofrece a nuestra Iglesia. Retomemos la tarea pastoral con ánimo y esperanza renovados. Sabemos bien de Quien nos hemos fiado. El Señor Jesús está y camina con nosotros. Y María, la Virgen de la Cueva Santa, nos protege y alienta en nuestro caminar.

Con mi afecto y bendición,

Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón

martes, 15 de septiembre de 2009

El obispo de Segorbe-Castellón destaca que "urge reavivar, madurar y fortalecer nuestra fe y vida cristianas"



El obispo de Segorbe-Castellón, monseñor Casimiro López, titula su carta dominical de esta semana "¿Quién decís que soy yo?". En ella comenta que "sólo esa fe será capaz de mantenerse viva en un ambiente adverso y de despertar preguntas y dar respuestas al hombre y a la sociedad actuales".

Al retomar la vida ordinaria después de la pausa del verano, el Evangelio de este domingo fija nuestra mirada en lo nuclear para nuestra vida personal y comunitaria. Jesús pregunta a sus discípulos: “Y vosotros, ¿quien decís que soy yo?” (Mt 16,15). Jesús se había retirado con los ‘doce’ a la región de Cesárea de Filipo para iniciarles en el misterio de su persona y de su misión. Jesús comienza preguntando sobre la opinión de la gente sobre él; pero lo que realmente le importa es conocer qué piensan sus discípulos de él, cuál es el grado de adhesión a su persona. La respuesta de Pedro: ‘Tu eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo’ (Mt 16, 16) es una confesión sobre la persona de Jesús, sobre su divinidad y sobre su misión. Pedro, en nombre del resto, confiesa que Jesús es el Mesías, el Cristo, el Ungido por el Espíritu Santo como Salvador del mundo, el Hijo de Dios o, lo que es lo mismo, el Hijo de Dios es el hombre Jesús. En Jesús, pues, aparece lo definitivo del ser humano y la manifestación plena de Dios. Esta confesión de fe de Pedro es básica y nuclear para la comunidad de los discípulos y para cada uno de ellos. Este reconocimiento de Jesús y esta adhesión personal a su persona y misión distinguen al discípulo del resto de la gente.

Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Esta pregunta se repite hoy. La respuesta dará la medida del discípulo. Se comienza a ser cristiano en el encuentro personal con Jesús, en el reconocimiento personal de Jesús de Nazaret como el Hijo de Dios vivo encarnado, muerto y resucitado para la vida del hombre, como el Ungido por el Espíritu como Salvador del mundo. Los discípulos, el Pueblo de Dios, deben nutrirse de este encuentro personal con Jesucristo. Pedro, los apóstoles y los discípulos se encuentran con Jesús, le reconocen como el Hijo de Dios, se adhieren a Él: y ese acontecimiento marca definitivamente su vida.

El verdadero discípulo de Jesucristo cree y confía antes de nada en una Persona, que vive y da Vida, porque ha resucitado En Cristo encuentra el creyente la respuesta a la pregunta por el sentido, la construcción y la meta de la existencia e historia humana. Creer en Jesucristo no es sólo afirmar que Él es el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Es conocerle personalmente y acogerle como tal. Es reconocer vital y gozosamente al Dios vivo y amoroso, que nos revela Jesucristo, como origen, guía y meta de nuestra existencia. Significa, además, colaborar, humilde y responsablemente, en su acción salvadora y liberadora en la vida concreta de los hombres.

Nos urge reavivar, madurar y fortalecer nuestra fe y vida cristianas. La fe en Jesucristo es verdadera fe, cuando se hace experiencia personal, basada en el encuentro personal con El y la adhesión total a su persona; la fe se mantiene viva y fortalece, cuando se alimenta de la escucha de la Palabra en el seno de la tradición viva de la comunidad de la Iglesia, en la oración personal y comunitaria, en la participación frecuente, activa y fructuosa, en la Eucaristía y en la experiencia de la misericordia de Dios en la Penitencia; la fe sólo es verdadera cuando se encarna en la vida cotidiana del creyente. Sólo esa fe será capaz de mantenerse viva en un ambiente adverso y de despertar preguntas y dar respuestas al hombre y a la sociedad actuales.

Fuente: Radio COPE