Divina Misericordia

sábado, 17 de julio de 2010

Bajo el títular: "Los sacerdotes que bostezan..." recriminan que el nuevo Clero Secular utilicen "atuendos de camping" en actos públicos

Los representantes de otras religiones, como por ejemplo:los Judíos y los musulmanes,
usan la vestimenta que los acreditan como representantes de su religión. Mientras que por el motivo que sea, los Sacerdotes Católicos no. Si bien es cierto que el hábito no hace al monje, el monje debe mostrar lo que él es y ser reverente a su vocación. Así se manifiesta en el blog "Perseguir imposibles es propio de locos" que les anotamos a continuación:

MUCHOS SACERDOTES ESPAÑOLES SE MUESTRAN INDIFERENTES ANTE EL HÁBITO ECLESIÁSTICO

Vamos a tratar el tema de la indumentaria del sacerdote de la Iglesia Católica, mayoritaria del Reino de España y en la que parece ser que ciertos sectores del clero secular bostezan ante la tradición y el Derecho Canónico mal interpretando las constituciones del Concilio Ecuménico Vaticano II. Todo esto surge ante aquellos sacerdotes que se dedican a eliminar los púlpitos de las iglesias y los confesionarios alegando que son los nuevos tiempos de la Iglesia y que lo ordena el Concilio Vaticano II, creyéndolo la mayoría de los fieles que acuden a la liturgia diaria debido a que no tienen conocimiento de las constituciones del mismo, y en el que creo sin ninguna duda que estos señores que hacen esto, que transgiversan el concilio de Juan XXIII y se quitan el clériman y vistiendo de civil y quitan púlpitos y confesionarios puede ser que sean los falsos profetas a los que se refiere el Señor en los Santos Evangelios y en los que nos aconseja que estemos alerta.

Pues bien, esto es muy peculiar en sectores eclesiásticos que por desgracia están politizados cuando no tiene nada que ver la Iglesia con la política y menos en un estado laico como es España, alegando estos “falsos profetas” que no llevan el clériman o alzacuellos debido a que es algo anticuado y que ellos son curas modernos, y esto es ya lo que colma el vaso pasándose por el forro el Derecho canónico en el que obliga al sacerdote a vestir con el hábito talar o sotana. Pero claro estos señores que se la traen al pairo además se avergüenzan de aquellos tantos miles sacerdotes y religiosos mártires que pagaron con su sangre el odio a la fe y a la Iglesia en las diversas persecuciones religiosas de los últimos tiempos y en el que muchos fueron asesinados sencillamente por vestir sotana .

Pero aún diciéndolo el Derecho Canónico son muchos los sacerdotes que optan por vestir con atuendo de camping porque alegan que es más moderno, en unos momentos en los que la Iglesia más que nunca necesita la evangelización de la juventud como futuro de la misma y en la que se reclama la imagen sacerdotal como vocación espiritual y representación del Señor en la Tierra. Por ello, en opinión de la mayoría de humildes católicos solicitan el habito talar porque quieren ver en el sacerdote la imagen del mismo que corresponde ya al siglo V.

- Código de Derecho Canónico (1983): Título III. De los ministros sagrados o clérigos 284 Los clérigos han de vestir un traje eclesiástico digno, según las normas dadas por la Conferencia Episcopal y las costumbres legítimas del lugar. 285. 1. Absténganse los clérigos por completo de todo aquello que desdiga de su estado, según las prescripciones del derecho particular. 2. Los clérigos han de evitar aquellas cosas que, aun no siendo indecorosas, son extrañas al estado clerical.

Fuente: perseguirimposiblesespropiodelocos

Entrevista al arcipreste de Segorbe, Don José Ramón López Carot

Este sábado empieza la primera visita pastoral desde 1994. Estos 14 años han creado una viva expectativa por el encuentro con el obispo en la iglesia diocesana más cercana de la parroquia, los movimientos y comunidades religiosas. El arcipreste es realista y un sacerdote muy pegado al terreno concreto de la vida diocesana, pero está seguro que acaba de empezar un tiempo de gracia que en Segorbe se prepara así.

¿Cómo acoge el arciprestazgo la visita pastoral?
Nos estamos preparando con las catequesis sobre la iglesia como comunidad misionera y diocesana: son cuatro temas que van preparan la visita antes que venga el obispo a la respectiva parroquia. Esperamos al obispo con esperanza, como el Buen Pastor. No viene como invitado a una fiesta patronal ni a conferir un sacramento, sino como pastor de la diócesis, a imagen de Jesucristo, para traer la Buena Noticia.

¿Qué esperan de esta visita pastoral?
Algo fundamental es crear la consciencia de comunidad parroquial. Ya va existiendo pero hay que potenciarla.

¿Como la describiría?
Ese conjunto de personas que quieren seguir a Jesucristo escuchando y siendo fieles a su mensaje.

De los encuentros particulares que tendrá el obispo con diversos colectivos,
¿cuáles piensa que serán más importantes?
La visita a los enfermos es un punto fundamental para hacerles ver cómo sus dolores y sufrimientos tienen más valor del que parecen. También habrá la eucaristía, y la asamblea parroquial en la que el obispo escuchará y dirá. Además hay que contar con todo el resto: escuelas, jóvenes, autoridades, comunidades…

¿Una visita pastoral es la solución a todas las dificultades de la zona?
A veces estamos esperamos muchos frutos, pero no creo que haya que esperar grandes milagros. Los frutos serán lo que el Espíritu Santo, con su luz y fuerza, y la palabra del obispo, vayan indicando para cada momento concreto de la vida ordinaria de la parroquia. Sí, puede ser el inicio de la solución de problemas, pero luego hay que seguir siendo constantes en el compromiso de sentirse misioneros, en la formación, en la renovación del dinamismo y en la vivencia de la fe cristiana.

Como cura de Soneja,
¿cómo se vive la espera en su pueblo?
Con ilusión y la con expectativa de recibir una palabra de ánimo y orientación. De ordinario ya tienen del cura, pero ahora la recibirán del obispo como maestro en la fe.

Fuente: obsegorbecastellon.es

lunes, 12 de julio de 2010

El obispo de Segorbe-Castellón lamenta "el individualismo, el egoísmo y la insolidaridad que presiden la vida y también las leyes"

Monseñor Casimiro López Llorente titula su carta dominical "El buen samaritano". En ella lamenta que "nos hemos empeñado en convertir la vida en competición donde rija la ley del más fuerte". Y añade que "de ahí que el individualismo, el egoísmo, la autonomía absoluta ante Dios y ante los demás y la insolidaridad presidan la vida y ahora también las leyes. Cada cual va a lo suyo".

El buen samaritano

Queridos diocesanos:

El evangelio de este domingo presenta a Jesús camino de Jerusalén, donde concluirá su vida terrena y su misión salvadora. También nosotros vamos de camino por la vida. Pero, ¿hacia dónde? En este contexto, un letrado le pregunta a Jesús: ¿Qué hacer para alcanzar la vida eterna, la vida plena y feliz? En verdad, el letrado no quiere hacer una pregunta sino poner una trampa a Jesús. Por eso Jesús no le responde, sino que le pregunta: ¿qué está escrito en la ley? Y el letrado le responde: amarás al Señor, tu Dios, y al prójimo como a ti mismo. Pues eso es lo que hay que hacer, sentencia Jesús.

El letrado insiste en el debate: ¿quién es mi prójimo? Su pregunta por el prójimo es un pretexto retórico para seguir su debate. Jesús recurre a una parábola, la del buen samaritano. Allí no se teoriza sobre el prójimo, no se hacen cábalas sobre la proximidad. El prójimo es todo el que está a nuestro lado, todo el que va de viaje con nosotros y como nosotros, porque todos somos caminantes, peregrinos, y vamos a la misma meta, aunque no lo sepamos ni lo queramos saber. Hasta entonces el prójimo eran los conciudadanos; ahora este límite desaparece. Mi prójimo es cualquiera que tenga necesidad de mí y que yo pueda ayudar. “Se universaliza el concepto de prójimo, pero permaneciendo concreto” enseña Benedicto XVI. Aunque se extienda a todos los hombres, el amor al prójimo no se reduce a una actitud genérica y abstracta, poco exigente en sí misma, sino que requiere mi compromiso práctico aquí y ahora.

En la parábola de Jesús no se habla del prójimo, pero se ve quién es, como se ve también cuántos hay que no saben comportarse como tales. Un hombre iba de camino de Jerusalén a Jericó y fue asaltado, maltratado y robado, quedando medio muerto en la cuneta. Este hombre no tiene nombre ni nacionalidad, porque ese hombre es todo ser humano. Hay muchos, demasiados hombres en la cuneta: pobres, parados, marginados, drogadictos, alcohólicos, concebidos no nacidos, mujeres presionadas para abortar, matrimonios rotos… tantos y tantos hombres arrojados en la cuneta. Nos hemos empeñado en convertir la vida en una competición donde rija la ley del más fuerte. De ahí que el individualismo, el egoísmo, la autonomía absoluta ante Dios y ante los demás y la insolidaridad presidan la vida y ahora también las leyes. Cada cual va a lo suyo.

Aquel hombre fue asaltado por unos bandidos. La pobreza material y espiritual nunca es una fatalidad, es siempre el resultado de la rapiña de otros. Con frecuencia su actividad está civilizada y legalizada por las sociedades ‘progresistas y avanzadas’ y sabe cubrir las apariencias. Son los explotadores, ambiciosos, desalmados y desaprensivos que juegan con las necesidades humanas para hacer sus ‘negocios’. Jesús denuncia a todos los bandidos que maltratan y explotan al hombre, a la mujer, al extranjero, a los niños, a los parados, a los que están en extrema necesidad, dispuestos a pasar por todo. Pero denuncia también a los sacerdotes y a los levitas, a todos los que buscan coartadas para encogerse de hombros ante la miseria y necesidades de los otros. Jesús denuncia también a los que separan el amor a Dios y el amor al prójimo.

Para llegar a Dios necesitamos pararnos en el camino junto al prójimo: allí está Dios. Amor a Dios y amor al prójimo se funden entre sí: en el más humilde encontramos a Jesús mismo y en Jesús encontramos a Dios, la meta de nuestro camino.

Con mi afecto y bendición,
Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón


Fuente: cope.es

jueves, 8 de julio de 2010

“El buen samaritano”, carta del obispo de Segorbe-Castellón

El evangelio de este domingo presenta a Jesús camino de Jerusalén, donde concluirá su vida terrena y su misión salvadora. También nosotros vamos de camino por la vida. Pero, ¿hacia dónde? En este contexto, un letrado le pregunta a Jesús: ¿Qué hacer para alcanzar la vida eterna, la vida plena y feliz? En verdad, el letrado no quiere hacer una pregunta sino poner una trampa a Jesús. Por eso Jesús no le responde, sino que le pregunta: ¿qué está escrito en la ley? Y el letrado le responde: amarás al Señor, tu Dios, y al prójimo como a ti mismo. Pues eso es lo que hay que hacer, sentencia Jesús.

El letrado insiste en el debate: ¿quién es mi prójimo? Su pregunta por el prójimo es un pretexto retórico para seguir su debate. Jesús recurre a una parábola, la del buen samaritano. Allí no se teoriza sobre el prójimo, no se hacen cábalas sobre la proximidad. El prójimo es todo el que está a nuestro lado, todo el que va de viaje con nosotros y como nosotros, porque todos somos caminantes, peregrinos, y vamos a la misma meta, aunque no lo sepamos ni lo queramos saber. Hasta entonces el prójimo eran los conciudadanos; ahora este límite desaparece. Mi prójimo es cualquiera que tenga necesidad de mí y que yo pueda ayudar. “Se universaliza el concepto de prójimo, pero permaneciendo concreto” enseña Benedicto XVI. Aunque se extienda a todos los hombres, el amor al prójimo no se reduce a una actitud genérica y abstracta, poco exigente en sí misma, sino que requiere mi compromiso práctico aquí y ahora.

En la parábola de Jesús no se habla del prójimo, pero se ve quién es, como se ve también cuántos hay que no saben comportarse como tales. Un hombre iba de camino de Jerusalén a Jericó y fue asaltado, maltratado y robado, quedando medio muerto en la cuneta. Este hombre no tiene nombre ni nacionalidad, porque ese hombre es todo ser humano. Hay muchos, demasiados hombres en la cuneta: pobres, parados, marginados, drogadictos, alcohólicos, concebidos no nacidos, mujeres presionadas para abortar, matrimonios rotos… tantos y tantos hombres arrojados en la cuneta. Nos hemos empeñado en convertir la vida en una competición donde rija la ley del más fuerte. De ahí que el individualismo, el egoísmo, la autonomía absoluta ante Dios y ante los demás y la insolidaridad presidan la vida y ahora también las leyes. Cada cual va a lo suyo.

Aquel hombre fue asaltado por unos bandidos. La pobreza material y espiritual nunca es una fatalidad, es siempre el resultado de la rapiña de otros. Con frecuencia su actividad está civilizada y legalizada por las sociedades ‘progresistas y avanzadas’ y sabe cubrir las apariencias. Son los explotadores, ambiciosos, desalmados y desaprensivos que juegan con las necesidades humanas para hacer sus ‘negocios’. Jesús denuncia a todos los bandidos que maltratan y explotan al hombre, a la mujer, al extranjero, a los niños, a los parados, a los que están en extrema necesidad, dispuestos a pasar por todo. Pero denuncia también a los sacerdotes y a los levitas, a todos los que buscan coartadas para encogerse de hombros ante la miseria y necesidades de los otros. Jesús denuncia también a los que separan el amor a Dios y el amor al prójimo.

Para llegar a Dios necesitamos pararnos en el camino junto al prójimo: allí está Dios. Amor a Dios y amor al prójimo se funden entre sí: en el más humilde encontramos a Jesús mismo y en Jesús encontramos a Dios, la meta de nuestro camino.

Con mi afecto y bendición,

domingo, 4 de julio de 2010

La Diócesis de Segorbe-Castellón constituye su nuevo Consejo Diocesano de Pastoral

Esta mañana, sábado 3 de julio, se ha constituido el renovado Consejo Diocesano de Pastoral (CDP). El obispo, mons. Casimiro López Llorente, explicó que aunque no sea un organismo obligatorio, sí que es “muy oportuno en incluso necesario que exista en la Diócesis, pues permite la expresión de todos los fieles, especialmente los laicos”. El obispo pidió a los nuevos consejeros que “nunca pierdan de vista la relación del Consejo con la totalidad de la Iglesia Diocesana, a la que se tiene que servir para que el Evangelio llegue a todos”.

Aunque el CDP es un órgano consultivo,
Mons. López Llorente subrayó “la importancia y el valor de sus decisiones, que sólo por razones graves se aconseja que el obispo no las asuma”. Esta consigna se puso ya en práctica en la primera reunión, en la que se trató la programación diocesana para el curso próximo. Como marco general, el Obispo indicó ámbitos de conversión en la Diócesis: personalizar la fe por una experiencia de encuentro con Cristo resucitado, potenciar el sentido de pertenencia y colaboración diocesana, consolidar una pastoral comunitaria compuesta por células vivas, o subrayar la acción evangelizadora.

Éste órgano consultivo reúne a representantes de todos los ámbitos diocesanos, tanto sacerdotes como seglares, y tiene por misión ser una instancia
“de comunión y corresponsabilidad eclesial así como un instrumento donde se expresa la catolicidad de la fe, que, en comunión con la Iglesia universal y en España, posibilita al Obispo conocer el parecer de sus fieles en aquellas cuestiones que son motivo de atención o estudio por la Iglesia diocesana”, según describe el segundo artículo de sus estatutos.

Valorar y sugerir ejes pastorales

Los fines del CDP son estudiar y valorar, bajo la autoridad del Obispo, lo que se refiere a las actividades pastorales en la Diócesis, y sugerir conclusiones prácticas sobre ellas a fin de promover la coherencia de la vida y acciones del
Pueblo de Dios con el Evangelio, desarrollar la dimensión misionera de la fe y contribuir así a la construcción de un mundo más fraterno y humano.

El CDP está presidido por el Obispo, y compuesto por miembros natos
(el vicario general y de pastoral, los rectores de los Seminarios Mayores, los presidentes de los Cabildos Catedral y Concatedral, y el presidente/a de la Confederación de Religiosos diocesana), elegidos (entre sacerdotes y seglares de los diversos arciprestazgos y delegaciones diocesanas) y de libre designación.

Fuente: revistaecclesia.com

jueves, 1 de julio de 2010

“Conducir con prudencia”, carta del obispo de Segorbe-Castellón

Queridos diocesanos:

Cada primer domingo de julio celebramos la Jornada de Responsabilidad en el Tráfico. Es una invitación a fijar nuestra atención en el significado y la importancia de la conducción, así como en la urgente necesidad de esmerar nuestra prudencia.

La conducción se ha convertido en un hecho habitual en nuestra vida cotidiana.

Los desplazamientos de un lugar a otro tan frecuentes y tan propios de la vida moderna son expresión de la vida como viaje y como camino. En estos días del verano, millones de personas se desplazan de un lugar a otro para iniciar sus vacaciones o regresar de ellas; no olvidemos tampoco a los millones que diariamente lo hacen por motivos laborales y sociales. Cuando nos ponemos en camino, tenemos la esperanza de llegar felizmente a nuestros destinos. Pero esto, por desgracia, no siempre sucede así.

Es cierto que en una sola década el número total de accidentes y de víctimas mortales ha descendido notablemente. Con todo, es preciso seguir redoblando los esfuerzos, por parte de cada uno y desde todas las instancias públicas y privadas, para seguir reduciendo dichas cifras hasta donde sea posible. Salvar una sola vida humana bien merece la pena.

No olvidemos que conducir quiere decir ‘convivir’. Esto pide de todos los implicados hacer que la carretera sea más humana. El automovilista, al volante, no está nunca solo, aunque no haya nadie a su lado. Conducir un vehículo es, en el fondo, una manera de relacionarse, de acercarse y de integrarse en una comunidad de personas. Esto supone, sobre todo en el conductor, ser dueño de sí mismo, la prudencia, la cortesía, un espíritu de servicio adecuado, el conocimiento de las normas del código de circulación, y también estar dispuesto a prestar una ayuda desinteresada a los que la necesitan, dando ejemplo de caridad.

Conducir quiere decir también controlarse y dominarse, no dejarse llevar por los impulsos. Hemos de cultivar esta capacidad personal de control y dominio tanto en lo que afecta a la psicología del conductor cuanto para evitar los gravísimos daños que se pueden causar a la vida y a la integridad de las personas y de los bienes, en caso de accidente.
El conductor, cuando sale en automóvil, debe ser consciente, sin fobias, de que en cualquier momento podría suceder un accidente. La actitud al volante debería ser la de una gran atención. La mayor parte de los accidentes es provocada, precisamente, por la imprudencia. Por eso la prudencia es una de las virtudes más necesarias e importantes en relación con la circulación. Esta virtud exige un margen adecuado de precauciones para afrontar los imprevistos que se pueden presentar en cualquier ocasión. Desde luego, no se comporta según la prudencia el que se distrae, al volante, con el móvil, el que conduce a una velocidad excesiva o el que descuida el mantenimiento de vehículo.

El Papa Benedicto XVI ha recordado “el deber para todos de la prudencia en la guía y en el respeto de las normas del código vial. ¡Unas buenas vacaciones comienzan precisamente por esto!”. Redoblemos nuestros esfuerzos y nuestro sentido de responsabilidad como conductores y también como peatones.
Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segobre-Castellón