Divina Misericordia

martes, 28 de febrero de 2012

Los restos del Beato Recaredo Centelles, testigo de la fe, en Vall de Uxó

Este domingo próximo, 26 de febrero, Vall de Uxó acogerá los restos del beato Recaredo Centelles Abad, hijo de la población, sacerdote Operario Diocesano y testigo de la fe. Es una de esas figuras que, como recomienda Benedicto XVI para el próximo Año de la Fe, vale la pena conocer. Los actos tendrán su epicentro en la parroquia del Santo Ángel, donde fue bautizado el día siguiente a su nacimiento, el 24 de mayo de 1904.

Recaredo Centelles era hijo de una familia profundamente cristiana, por lo que no es extraño que pronto surgiera su vocación sacerdotal, ya que desde muy pequeño manifestó su deseo de ser sacerdote.

Ingresó en el Colegio de San José de Tortosa, fundado por el beato Manuel Domingo y Sol para acoger aspirantes al sacerdocio, especialmente a los más necesitados económicamente, como era el caso entonces de la familia de Recaredo, sobresaliendo por su piedad y no común inteligencia en sus estudios. Al comenzar la teología y cuando tenía veinte años, fue admitido a la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos, fundada también por Mn. Sol. Terminó sus estudios en el Pontificio Seminario de Tarragona, en el que se doctoró en teología.

Ordenado sacerdote, celebró su primera misa en su pueblo natal el 16 de julio de 1929, siendo destinado en primer lugar como formador a La Casa de Probación de los operarios, durante tres años; y Rector del Seminario Menor de Tortosa en 1935, a sus 31 años de edad.

La gracia del martirio

La persecución religiosa de 1936 le sorprendió en su pueblo, atendiendo a los enfermos de manera especial, “aunque le costara la vida”, como él decía, y preparándose a la vez para el martirio que consideraba “una gracia muy grande del Señor”. Un hermano suyo fue asesinado el 2 de octubre de 1936. Al enterarse, se dirigió a su familia con estas palabras: “!No lloréis más¡ Demos gracias a Dios porque se ha dignado elegir un mártir en la familia. ¡Ojalá se sirviera escogernos a nosotros!”.

El 25 de octubre, fiesta de Cristo Rey, le llegó su hora. De madrugada se presentaron los milicianos en su casa, buscándole expresamente para llevarlo al martirio, el día en que se recordaba al que reinó sobre la Cruz. Después de ametrallarlo en su particular calvario, cayó al suelo, todavía vivo, sobre su costado derecho. Uno de sus asesinos burlándose le dijo: “Tú que eres cura, bendícenos”. A lo que D. Recaredo, que no podía moverse, le respondió: “Si me das la vuelta, sí”. Le dieron la vuelta, y mientras él bendecía, le descerrajó un tiro de gracia en uno de sus ojos, cayendo definitivamente fulminado, consumando su deseo de ser mártir de Jesucristo.

A los tres años fue exhumado su cadáver totalmente incorrupto. Dijeron los testigos que “se tenía en pie”. Durante casi siete décadas, el beato Recaredo ha permanecido en el Templo de la Reparación de la ciudad de Tortosa, junto a sus compañeros mártires de la Causa de Canonización, custodiados por los Sacerdotes Operarios.

Regreso a Vall de Uxó

El 1 de octubre de 1995, el Papa Juan Pablo II beatificó y elevó a los altares al beato Recaredo y al grupo de Operarios Mártires de la Causa de Canonización y los propuso como testigos valientes de la Fe. En octubre de 2009, a instancias de la Parroquia, la familia y los católicos de Vall de Uxó, y con la inestimable colaboración del obispo diocesano, mons. López Llorente, y el de Tortosa, se solicitó a los Operarios la gracia de poder trasladar al beato Recaredo Centellas a su parroquia natal. Éstos accedieron de buen grado. Tras cumplirse los todos los trámites, y con la autorización de la Santa Sede, será recibido solemnemente en su ciudad el 26 de febrero en la parroquia del Santo Ángel Custodio.

“Soy de Cristo, ya estoy muerto, vive solo el corazón”

Beato Recaredo Centelles, sacerdote y mártir. Entrevista elaborada a partir de escritos del beato Recaredo Centelles Abad.

No basta con hablar de un santo; Hay que dejarle la palabra a él para gustar la belleza y la fecundidad de su vida. El resultado es una experiencia contagiosa.

- Ante todo, usted es sacerdote. ¿Desde cuándo se sintió llamado?
- “La idea del sacerdocio en mí se remonta a los días de mi Primera Comunión… quería ser bueno, muy bueno… quería ser sacerdote”.

- ¿Eso explica que en clase de latín se rebajara al nivel de su compañero de pupitre? ¿Qué le dijo cuando le preguntó por esta conducta?
- “Calla, tonto, si yo hubiera respondido bien toda la reprimenda de D. Ramón hubiera sido para ti. Así, la llevamos entre los dos y salimos a menos”.

- Esto solo se entiende desde un íntimo ofrecimiento a Cristo. Parece que a los 17 años ya redactó una oración en este sentido. ¿Cómo era?
- “Adiós, padres, adiós deudos, que me llama mi Señor. Soy de Cristo, ya estoy muerto, vive solo el corazón. ¡Oh Dios bueno, nunca hubiera yo soñado tal favor! Esta muerte, ¡cuán dichosa! ¡Cuán sabroso este dolor!”

- Quizás no era consciente en ese momento, pero el 12 de julio de 1935, un año antes de su martirio, escribía una oración en el mismo sentido.
- “Señor Jesús, cuando el camino parezca estrecho y aparezcan guijarros en el suelo y mis pies se lastimen… Cuando comiencen a subir la cuesta de mi calvario y de una parte y de otra lluevan insultos sobre mí y me escarnezcan… Señor Jesús, que vas delante…, cuando permitas que llegue la hora de mi crucifixión y la malicia de los hombres me tenga clavado en el sufrimiento…, en esa hora suprema del Calvario, quiero seguirte”.

- Con tal disposición interior no son de extrañar los elogios que de usted dijo el Cardenal Vicente Tarancón, por cierto, compañero de Seminario. ¿Los recuerda?
- “En plena juventud aparecía como hombre lleno y maduro, verdadera esperanza para la Hermandad; sabía hermanar la vida de oración más subida con un actividad asombrosa, fue siempre para todos sus condiscípulos y compañeros el seminarista ejemplar, el estudiante modelo, el amigo fiel que nos inducía a ser mejores con la fuerza de su conducta intachable”.

- Otra dimensión de su labor pastoral muy reconocida es la catequética. ¿Es fácil conectar con los niños?
- “Sin duda, porque el niño es… ¡la inocencia!

- Y ¿qué se necesita para ser un buen catequista?
- “Un poco de sentido común; conocimiento de la doctrina, cuanto más, mejor; una buena dosis de celo por la gloria de Dios y de amor a las almas”.

- Por último, ¿qué oración le gustaría que resumiera su vida?
- “Qué dicha más grande si, habiendo empleado toda mi vida en darte gloria, en salvarte almas, en hacerme violencia, pudiera al final decirte que había cumplido los designios que tuviste al crearme. ¡Que no sea infiel a tu gracia… Dadme fidelidad en adelante para que llegue a la edad perfecta en Vos antes de morir y pueda exclamar: Consummatum…”

Fuente: camineoinfo.com