Divina Misericordia

martes, 15 de mayo de 2012

La Iglesia católica en España celebra este domingo 20 de mayo la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales

Como cada año, la fiesta de la Ascensión del Señor, que se celebra este próximo domingo 20 de mayo, trae a la actualidad el papel de las comunicaciones sociales y su relación con la Evangelización. En este día el Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales fecha su Jornada Mundial, que este año 2012 se presenta con el lema “Silencio y Palabra: camino de evangelización”. Así lo dispuso el pasado 24 de enero, festividad de San Francisco de Sales, patrono de los periodistas, el Papa Benedicto XVI en su Mensaje para esta 46 Jornada Mundial.

El Concilio Vaticano II, en el nº 18 de su Decreto Inter Mirifica, dejaba ya claramente señalados los objetivos de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales al establecerlos para toda la Iglesia.

Entre los objetivos se señala la formación de las conciencias ante las responsabilidades que incumben a cada individuo, grupo o sociedad, en la formación de la opinión pública y en el uso y desarrollo de los medios de comunicación.

Se indica, además, la invitación a la oración para ofrecer el testimonio de que el hombre depende en todo de su Creador y para dar a los “medios” el carácter religioso que, como dones maravillosos de Dios, les es debido. También para que a todos se nos conceda el tomar conciencia de nuestro deber ante la variada problemática de estos medios y sus grandes responsabilidades.

Tampoco se olvida entre sus objetivos cómo se precisa de la generosa colaboración económica –signo de solidaridad– para “promover, sostener y fomentar las instituciones y las iniciativas promovidas por la Iglesia en esta materia”.

Secundando los propósitos de esta Jornada Mundial, entre las actividades que promueve la Iglesia en España cabe destacar los cursos de formación en la comunicación social para sacerdotes, educadores, religiosos y religiosas, padres, seminaristas y agentes de pastoral. IguEnlace
almente se considera la creación de publicaciones religiosas católicas y se promueve el sostenimiento de las iniciativas de la Iglesia en la pastoral de las comunicaciones sociales.

La Comisión Episcopal de Comunicación

En la Iglesia Española, la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social fue erigida en 1966 a la par que se constituía la Conferencia Episcopal . Nació siguiendo las indicaciones del decreto Inter Mirifica del Concilio Vaticano II, que establece como misión de las oficinas responsables velar para que la conciencia de los fieles se forme rectamente sobre el uso de estos instrumentos y para estimular y organizar todo lo que los católicos realizan en este campo.

Para ello, además de la organización sectorial en los departamentos de prensa, de cine, y de radio y de televisión, tiene articulada su tarea coordinando el trabajo de las distintas delegaciones diocesanas y de la presencia de la Iglesia en los medios de titularidad pública, fomentando el uso de las comunicaciones sociales en la tarea pastoral, animando nuevos proyectos educativos, formando tanto a los agentes pastorales en el uso de los medios de comunicación social como a los fieles en cuanto destinatarios responsables de dichos medios, y realizando una reflexión ética y moral sobre las comunicaciones sociales, a la par que difundiendo la doctrina de la Iglesia en este campo.

Fuente: agenciasic.es

miércoles, 2 de mayo de 2012

El obsceno ataque contra Reig

Desde que el pasado viernes santo, el obispo de Alcalá, Reig Pla, formulase abiertamente la impiedad contra la naturaleza y la consideración objetiva del pecado, no ha dejado de expandirse, tan glorioso como inicuo, el sórdido lenguaje de la profanación y del insulto, de la obscenidad y el barbarismo entre los medios de comunicación, especialmente entre aquellos medios progresistas y pseudoreligiosos, cuyo sensacionalismo resulta hiriente y provocador.

En la Biblioteca Nacional de España, donde se celebra su Tricentenario, el historiador y ensayista francés Marc Fumaroli, reivindica, en el ciclo de conferencias ‘El libro como universo’, la cultura del alma, aquella que está libre de la cultura de las masas, de la cultura chabacana de la inmediatez, cuyo primer efecto nocivo es la falta de reconocimiento de la obscenidad, basada en suministrar materia ofensiva de un modo instantáneo con el fin de enardecer las emociones y crear de manera impúdica el conflicto y la mentira.

Existen personajes sumidos en la obscenidad que dañan la imagen de la Iglesia, y viven holgados precisamente en la medida en que superan la exigencia de desprestigiarla cada día. Son trepas indecentes, ayunos de normas y de inhibiciones, con una irrefrenable tendencia a la fragmentación y la irresponsabilidad, a la arrogancia y promoción personal.
Son eunucos éticos que vomitan su bilis para cobrar de su amo, y proponen continuamente cambios en la Iglesia católica. Se creen omniscientes, aunque nada sepan; son proveedores de dramas y enfrentamientos por ellos mismos inventados para vender noticias, diablos que aniquilan todo lo bueno y enaltecen lo nefasto, nutriendo a la gente de falsedades, falacias y enemistades.

Si los jóvenes, que poco o nada transmitido poseen de las generaciones precedentes y menos transmitirán ellos a las que vendrán después, tienen que ser objeto de este régimen de materia pobre digital, sin futuro, abyecta, y van a ser educados por un progresismo que produce un veneno capaz de aniquilar la autoridad y la verdad, convendría escapar de sus garras adoctrinadoras para volver a la familia y la escuela, la religión y la tradición literaria y filosófica, al arte clásico, libre del mero producto de la técnica y del mercado, como las fuentes de la verdadera educación que el hombre necesita.

Las posteriores y recientes declaraciones de Monseñor Martínez Camino, defendida la postura de la Iglesia católica y valorando los presupuestos de la ética de la sexualidad, en una rueda de prensa ofrecida con motivo de la última Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, han viciado más el espectáculo mediático, la obsesión relativista de imponer otras normas y modas, las del Mito de la Historia y del Tiempo, las del gánster que destruye los valores y abdica de la verdad en favor de fomentar el egoísmo y el interés, lo grotesco y subjetivo en detrimento de las normas perdurables.

La persistente tendencia a corromper de algunos medios nos debería animar a prescindir de ellos, a liberarnos de la intencionada voluntad de desintegración en el seno de la Iglesia católica, a menospreciar su oquedad si queremos alcanzar un cierto grado de conocimiento y virtud, si no ambicionamos ser condenados a una visión limitada y grosera que lleva a la emasculación de la alta cultura de las raíces y la tradición, de la religión y la doctrina que preconiza el amor y la fidelidad frente a cualquier rebelión individual y de la masa contra toda estructura prevalente.

Quizá no tengamos que recurrir al extremo de Yeats para afirmar que no hay santo ni borracho que sea progresista. Pero si lo que nos ofrecen ciertos medios es levantarse en armas contra todo aquello que sus antecesores han observado con veneración, y no cejan en el empeño hasta abatirlo; si la actitud dominante ante la verdad de la naturaleza consiste en la herejía de negarla y legitimar la política frente a la religión como modeladora del orden moral; si se intentan eliminar las distinciones y la jerarquía, y promover la idea de un difuso igualitarismo que nivela a todos, sin saber ya cuál es el lugar que corresponde a cada uno, deberíamos notar hasta qué punto estamos contribuyendo a la promoción de la injusticia y la decadencia en el perfeccionamiento moral, religioso y filosófico de la persona humana.

Roberto Esteban Duque

Foto:El Mundo/Madero Cubero