Entre todas las semanas del año, la Semana Santa es la más importante para los cristianos. La llamamos santa porque está santificada por los acontecimientos que conmemoramos en la liturgia. La Iglesia, al celebrar la pasión, muerte y resurrección de Cristo, se santifica y renueva a sí misma.
Debemos entrar en esta semana con un espíritu de fe y de recogimiento interior. Durante esta Semana Santa, los cristianos seguimos las huellas de nuestro maestro. Las narraciones de la pasión cobran nueva vida; es como si los hechos se repitieran efectivamente ante nuestros ojos. Todos los acontecimientos que conducen al arresto, al proceso y a la ejecución de Jesús son recordados y celebrados. Paso a paso, escena por escena, seguimos el camino que Jesús recorrió durante los últimos días de su vida mortal.
Los acontecimientos que celebramos no pertenecen sin más a la historia pasada. La representación de las procesiones se hace realidad actual en la celebración litúrgica; en ella tienen su origen y a ella han de conducir para que no derive en una historia muerta, anodina, pura manifestación externa. La procesión sin la celebración litúrgica quedaría incompleta; la proclamación y representación de la fe reclama la celebración participada. También nosotros somos destinatarios de la historia de la salvación que acontece en la pasión, muerte y resurrección de Jesús, representada y celebrada en cada Semana Santa. Jesús Nazareno padece y muere por nuestros pecados y resucita para devolvernos la vida de Dios, fuente y motor de vida y fraternidad, de justicia y de paz entre los hombres. Participemos en esta Semana Santa con fe viva y con fervor profundo. Pasemos del silencio exterior al recogimiento interior. Que la contemplación y la participación en los misterios de la Semana Santa aviven nuestra fe y vida cristiana.
Fuente: El Periódico Mediterráneo
Debemos entrar en esta semana con un espíritu de fe y de recogimiento interior. Durante esta Semana Santa, los cristianos seguimos las huellas de nuestro maestro. Las narraciones de la pasión cobran nueva vida; es como si los hechos se repitieran efectivamente ante nuestros ojos. Todos los acontecimientos que conducen al arresto, al proceso y a la ejecución de Jesús son recordados y celebrados. Paso a paso, escena por escena, seguimos el camino que Jesús recorrió durante los últimos días de su vida mortal.
Los acontecimientos que celebramos no pertenecen sin más a la historia pasada. La representación de las procesiones se hace realidad actual en la celebración litúrgica; en ella tienen su origen y a ella han de conducir para que no derive en una historia muerta, anodina, pura manifestación externa. La procesión sin la celebración litúrgica quedaría incompleta; la proclamación y representación de la fe reclama la celebración participada. También nosotros somos destinatarios de la historia de la salvación que acontece en la pasión, muerte y resurrección de Jesús, representada y celebrada en cada Semana Santa. Jesús Nazareno padece y muere por nuestros pecados y resucita para devolvernos la vida de Dios, fuente y motor de vida y fraternidad, de justicia y de paz entre los hombres. Participemos en esta Semana Santa con fe viva y con fervor profundo. Pasemos del silencio exterior al recogimiento interior. Que la contemplación y la participación en los misterios de la Semana Santa aviven nuestra fe y vida cristiana.
Fuente: El Periódico Mediterráneo
No hay comentarios:
Publicar un comentario