Divina Misericordia

domingo, 15 de noviembre de 2009

En su carta dominical, el obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón, Mons. Casimiro López Llorente, celebra el "Día de la Iglesia Diocesana".

Sentirse Iglesia diocesana

Queridos diocesanos:

El Día de la Iglesia diocesana nos invita a los católicos a sentirnos parte de ella para amarla de verdad. Nuestra Diócesis de Segorbe-Castellón no es algo ajeno a cada uno de nosotros; es nuestra Iglesia, de la que formamos parte todos los católicos que vivimos en el territorio diocesano. Cierto que sentimos más cercana a nuestra parroquia, pero ésta no seria nada sin la Iglesia Diocesana, de la que es como un miembro en el cuerpo humano, a la que estar vitalmente unida si no quiere enfermar, languidecer y morir.

Con frecuencia los católicos acudimos a la Iglesia o a nuestra parroquia sólo cuando la necesitamos; satisfecha nuestra necesidad la olvidamos y vivimos al margen de ella, de su vida y misión. No agradecemos tantos bienes recibidos de ella como son, entre otros: la fe en Jesucristo y su Palabra, su Eucaristía y los demás sacramentos, la educación en la fe y de la conciencia moral, la capacidad de amar a los demás y de sacrificarnos por ellos, el perdón de los pecados, la continua renovación de nuestras personas, la ayuda en la necesidad, el compromiso con nuestra sociedad y la esperanza de la vida eterna.

Otros se alejan de ella, de su fe y de su moral, de su vida y misión diciendo que se puede ser cristiano católico al margen de la Iglesia. ‘Creo en Jesucristo pero no en la Iglesia’, dicen. Craso error. Porque ¿cómo han llegado a Jesucristo, y a Dios, el Dios revelado por Él, y como se mantienen unidos a Él si no es por la Iglesia? La citada oposición es contraria a lo que profesamos en el Credo: “Creo en la Iglesia una, santa católica y apostólica”. Se olvida que la Iglesia misma es el Cuerpo de Cristo, de la cual Él es la Cabeza: y no se puede separar la Cabeza del resto del cuerpo.

Nuestra Iglesia diocesana es un don del amor de Dios. Hemos de saber amarla de corazón como a nuestra misma madre y familia. Es querida y fundada por Cristo; está permanentemente alentada por la presencia del Espíritu Santo para ser el lugar de la presencia del Señor, de su Evangelio y de su obra de Salvación entre nosotros. Quien se aleja de ella termina por desfallecer en su fe y vida cristiana.

Nos urge recuperar el amor a nuestra Iglesia, valorar y agradecer los bienes recibidos de ella. Es preciso sentir que somos parte de ella, que la necesitamos y que queremos vivir en y con la Iglesia, comprometidos con su vida y su misión para que nuestra Iglesia acompañe y ayude a todos. Nuestro amor nos ha de llevar al compromiso con nuestra Iglesia: en la vivencia de la fe y vida cristianas, en la cooperación en su vida y tareas, y en el compromiso económico. En estos momentos de profunda crisis económica, moral y espiritual, el acompañamiento y la ayuda de la Iglesia son de gran esperanza para una sociedad dolorida. Para que quienes acuden a la Iglesia buscando ayuda puedan encontrar en ella una respuesta adecuada, es necesario que disponga de los medios necesarios. La colaboración de los católicos y de los que valoran su labor es indispensable, también y precisamente en estos momentos de crisis. En estas circunstancias, nuestra la colaboración es, más que nunca, el termómetro de nuestro amor a la Iglesia y de nuestro compromiso eclesial. Todos tenemos que participar en la Iglesia y colaborar económicamente en su sostenimiento. Todos somos necesarios.


Con mi afecto y bendición,
Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón


Fuente: cope.es

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