Divina Misericordia

domingo, 18 de octubre de 2009

“En el Día del Domund”, carta de Mons. Casimiro López

Octubre es el mes misionero por excelencia. Este domingo, 18 de octubre, celebramos con toda la Iglesia católica la Jornada Misionera Mundial, el día del Domund. Cada año, este día constituye una ocasión privilegiada para que todos los integrantes del Pueblo de Dios tomemos conciencia de la permanente validez del mandato misionero de Jesús de hacer “discípulos a todos los pueblos” (Mt 28, 19). Un mandato y un envío que valen para todos, porque “la misión atañe a todos los cristianos, a todas las Diócesis y parroquias, a las instituciones y asociaciones eclesiales” (Juan Pablo II, Encíclica Redemptoris Missio, n. 2).

El encuentro con Jesucristo, la contemplación de su rostro y la acogida de su Evangelio impulsan a todo cristiano a confesar y testimoniar su fe en Cristo, único Salvador del hombre. Quien ha encontrado a Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, no puede retenerlo para sí solo; está impulsado y llamado a anunciarlo por la palabra y por el testimonio de vida. Como antaño a Pedro, Cristo Jesús nos dice hoy de nuevo: “Rema mar adentro” (Lc 5,4); como entonces a los Apóstoles, el Señor nos dice hoy: “Id por todo el mundo y anunciad el Evangelio” (Mc 16,15). También en tiempos de especial dificultad para la misión hemos de acoger con renovada confianza estas palabras de Jesús y ponernos con nuevo ardor y esperanza al servicio de la Evangelización.

El lema de este año reza: “La Palabra, luz para los Pueblos”. La Palabra es Jesucristo mismo y su Evangelio. Cristo es la luz de las naciones, que a todos los hombres está destinado y a todos debe ser ofrecido. Objetivo de la misión es iluminar con la luz del Evangelio a todos los pueblos en su recorrido histórico hacia Dios, para que en Él tengan su realización plena. Porque Dios quiere que todos se salven y llegue al conocimiento de la verdad. La llamada a la misión es válida para todas partes, pero recobra especial urgencia ante esa parte de la humanidad que aún no conoce a Jesucristo, la Luz del mundo.

Por ello, esta Jornada debe servir para renovar y potenciar nuestro recuerdo agradecido, nuestra oración sincera y nuestro compromiso solidario con tantos misioneros y misioneras, que, siguiendo la llamada del Señor, lo han dejado todo y entregan toda su existencia para que la Buena Nueva resuene en todos los continentes. Son muchas y, en algunos casos extremas las carencias y necesidades materiales de los misioneros en el cumplimiento de su tarea evangelizadora y promotora del desarrollo completo de las personas, en especial de los más pobres. No podemos dudar que la colecta de esta Jornada va destinada totalmente a las misiones y así a los más desfavorecidos de la tierra. Incluso en tiempos de crisis económica, su situación de pobreza, de injusticia y de marginación nos sigue interpelando y nos llama a un mayor esfuerzo en nuestra colaboración generosa en la colecta de este día. No busquemos justificaciones fáciles para inhibirnos. Redoblemos, pues, nuestro compromiso con la misión y las misiones. El Señor nos llama a anunciar y testimoniar el Evangelio; Él nos llama a compartir nuestros bienes y a hacerlo de modo especial con los más pobres y desfavorecidos.


Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente

Fuente: Agencia SIC

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