Divina Misericordia

domingo, 13 de junio de 2010

El obispo de Segorbe-Castellón destaca la importancia del Año Sacerdotal

La carta dominical de monseñor Casimiro López Llorente está dedicada esta semana a la clausura del Año Sacerdotal que se celebró simultáneamente este pasado viernes, festividad del Sagrado Corazón, en Roma, presidida por el Papa Benedicto XVI, y en la diócesis de Segorbe-Castellón, presidida por el obispo con una eucaristía en la Concatedral de Santa María de Castellón.

El pasado viernes, Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, hemos clausurado el Año especial Sacerdotal, convocado por el Papa Benedicto XVI con motivo del 150º Aniversario de la muerte a esta vida del santo Cura de Ars, San Juan María Vianey.

Han sido abundantes las gracias, que Dios ha derramado sobre nosotros en este año jalonado con actos de oración y celebraciones litúrgicas de la Eucaristía y de la Penitencia, con encuentros sacerdotales, la peregrinación diocesana a Ars o la participación en actos en Roma.

Este tiempo ha ofrecido una ayuda muy eficaz a todos los sacerdotes en nuestra necesaria renovación interior de modo que nuestro testimonio evangélico en el mundo de hoy sea más intenso e incisivo. Durante este tiempo de gracia, fieles y comunidades hemos orado con intensidad y constancia a Dios por la santificación de los sacerdotes, de la cual depende también la eficacia de su ministerio; la presencia habitual de esta intención en nuestras comunidades ha ayudado a valorar la importancia del papel y de la misión del sacerdote en la Iglesia y en la sociedad contemporánea. Por todo ello damos gracias a Dios.

El Año sacerdotal ha concluido, pero los objetivos que con él se pretendían siguen siendo de enorme actualidad. Son un legado permanente de este año y una tarea cotidiana para todos: sacerdotes y fieles. En estos momentos recios es necesario que los sacerdotes nos dejemos renovar interiormente día a día por la gracia de Dios, que profundicemos nuestra vida espiritual mediante la oración intensa, la celebración de la Eucaristía y la recepción de la Penitencia, y el ejercicio diario de la caridad pastoral: en una palabra; que tendamos hacia la santidad de vida en la entrega generosa y fiel a la vocación y ministerio recibidos. Sólo si somos hombres de Dios, podremos ser servidores de los hombres. Lo que más cuenta es centrar nuestra vida y nuestra actividad en un amor fiel a Cristo y a la Iglesia, que suscite en nosotros una acogedora solicitud pastoral con respecto a todos. Para realizar fielmente esta tarea hemos centrados en el Señor Jesús; es decir, esforzarnos por ser pastores según el corazón de Cristo, manteniendo con él un coloquio diario e íntimo. La unión con Jesús es el secreto del auténtico éxito del ministerio y de la fidelidad siempre fresca de todo sacerdote. La comunión y la amistad con Cristo aseguran la serenidad y la paz también en los momentos más complejos y difíciles.

Sabemos que en nuestro camino no estamos solos. Contamos con la compañía y amistad fiel de Cristo, que nunca abandona. Pero también contamos con la cercanía humana y con la oración sincera de muchos fieles, que aprecian la persona y el ministerio de sus sacerdotes. “Un buen pastor, un pastor según el Corazón de Dios, es el tesoro más grande que el buen Dios puede conceder a una parroquia, y uno de los dones más preciosos de la misericordia divina”, decía el santo Cura de Ars. Orar por la santificación de nuestros sacerdotes y para que el Señor suscite entre nosotros vocaciones al sacerdocio, para que nos siga dando “pastores según su Corazón”, es lo que nos pide la hora presente de nuestra Iglesia y de nuestra sociedad.

Con mi afecto y bendición, Casimiro López Llorente/Obispo de Segorbe-Castellón

Fuente: cope.es

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