Después de meses de intensa preparación, nos disponemos ya a celebrar la Jornada Mundial de la Juventud, en torno al Papa Benedicto XVI. En el camino hacia la JMJ hemos tenido la dicha de vivir momentos de verdadera gracia de Dios: están todavía muy vivas en nuestra memoria e impresas en nuestro corazón las imágenes de los días de la presencia de la Cruz y del Icono de las Jornadas en nuestra diócesis al igual que las vigilias mensuales de oración con los jóvenes.
La numerosa y entusiasta acogida de la Cruz y el Icono por los jóvenes y mayores, y la buena participación en las vigilias, presagian que la JMJ en Madrid será una gran fiesta joven de la fe cristiana.
Porque de eso y no de otra cosa se trata: de un encuentro para celebrar y compartir con miles y miles de jóvenes de todo el mundo la alegría de creer con la misma fe en Cristo Jesús, vida y esperanza para el mundo. En el centro de esta fiesta estará Jesucristo, el Señor resucitado: Él es el que en verdad nos convoca, nos une y nos reúne alrededor de su Vicario en la tierra. Centrados en Cristo, dejándonos encontrar, vivificar, convertir y transformar por Él, deseamos arraigar y edificar nuestras personas y nuestras vidas en Él, la roca firme, para así mantenernos firmes en la fe cristiana.
El encuentro de Madrid con el sucesor de Pedro será como un nuevo Pentecostés: un acontecimiento de gracia, de gozo, de ánimo y de esperanza, y de luz en la oscuridad del momento presente; en definitiva, un grandísimo don de la misericordia de Dios. Esta gran fiesta de la fe cristiana es como una gran mesa a la que están invitados a sentarse, junto con el papa Benedicto XVI, todos los jóvenes del mundo. Unos lo podrán hacer con una presencia más inmediata; otros unidos por vínculos muy diversos desde cualquier rincón del planeta. Ningún joven puede sentirse no invitado; todos pueden, de un modo u otro, participar de este gran acontecimiento universal para escuchar a Cristo, alimentarse de su palabra y dejarse interpelar por Él. Como al joven rico del evangelio, que quiere saber cómo alcanzar la ‘vida eterna’, la felicidad plena, la verdad y la libertad auténtica, Jesús mirará a cada joven en su corazón y les dirá: ‘ven y sígueme’: ‘yo soy el camino, la verdad y la vida’.
Cierto que los jóvenes son los que más padecen por la gran crisis que nos envuelve. Pero, entre los jóvenes, no todo es desánimo, ni resignación inactiva, ni menos relativismo o vacío de gente que no espera nada. Los miles de jóvenes que se reunirán con el Papa en Madrid nos trasmiten ya el mensaje claro de una juventud que expresa un deseo profundo de los valores auténticos que tienen su plenitud en Cristo. Cristo es el secreto de la verdadera libertad y de la alegría profunda del corazón.
Con el papa Benedicto XVI yo también os invito a este evento tan importante para la Iglesia universal. Además, quisiera que todos los jóvenes, tanto los que comparten nuestra fe, como los que vacilan, dudan o no creen, puedan vivir esta experiencia, que puede ser decisiva para la vida: la experiencia del Señor Jesús resucitado y vivo, y de su amor por cada uno de nosotros. Y con las palabras de Jesús os digo. “Venid y veréis”.
Casimiro López
La numerosa y entusiasta acogida de la Cruz y el Icono por los jóvenes y mayores, y la buena participación en las vigilias, presagian que la JMJ en Madrid será una gran fiesta joven de la fe cristiana.
Porque de eso y no de otra cosa se trata: de un encuentro para celebrar y compartir con miles y miles de jóvenes de todo el mundo la alegría de creer con la misma fe en Cristo Jesús, vida y esperanza para el mundo. En el centro de esta fiesta estará Jesucristo, el Señor resucitado: Él es el que en verdad nos convoca, nos une y nos reúne alrededor de su Vicario en la tierra. Centrados en Cristo, dejándonos encontrar, vivificar, convertir y transformar por Él, deseamos arraigar y edificar nuestras personas y nuestras vidas en Él, la roca firme, para así mantenernos firmes en la fe cristiana.
El encuentro de Madrid con el sucesor de Pedro será como un nuevo Pentecostés: un acontecimiento de gracia, de gozo, de ánimo y de esperanza, y de luz en la oscuridad del momento presente; en definitiva, un grandísimo don de la misericordia de Dios. Esta gran fiesta de la fe cristiana es como una gran mesa a la que están invitados a sentarse, junto con el papa Benedicto XVI, todos los jóvenes del mundo. Unos lo podrán hacer con una presencia más inmediata; otros unidos por vínculos muy diversos desde cualquier rincón del planeta. Ningún joven puede sentirse no invitado; todos pueden, de un modo u otro, participar de este gran acontecimiento universal para escuchar a Cristo, alimentarse de su palabra y dejarse interpelar por Él. Como al joven rico del evangelio, que quiere saber cómo alcanzar la ‘vida eterna’, la felicidad plena, la verdad y la libertad auténtica, Jesús mirará a cada joven en su corazón y les dirá: ‘ven y sígueme’: ‘yo soy el camino, la verdad y la vida’.
Cierto que los jóvenes son los que más padecen por la gran crisis que nos envuelve. Pero, entre los jóvenes, no todo es desánimo, ni resignación inactiva, ni menos relativismo o vacío de gente que no espera nada. Los miles de jóvenes que se reunirán con el Papa en Madrid nos trasmiten ya el mensaje claro de una juventud que expresa un deseo profundo de los valores auténticos que tienen su plenitud en Cristo. Cristo es el secreto de la verdadera libertad y de la alegría profunda del corazón.
Con el papa Benedicto XVI yo también os invito a este evento tan importante para la Iglesia universal. Además, quisiera que todos los jóvenes, tanto los que comparten nuestra fe, como los que vacilan, dudan o no creen, puedan vivir esta experiencia, que puede ser decisiva para la vida: la experiencia del Señor Jesús resucitado y vivo, y de su amor por cada uno de nosotros. Y con las palabras de Jesús os digo. “Venid y veréis”.
Casimiro López
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