A pesar de su falta de rigor, muestra el interés del público por la religión. Fue la más vista del año, con un 17% y un 19% de cuota de pantalla.
La miniserie de dos capítulos Tarancón, el quinto mandamiento, emitida a final de año por TVE, fue la enésima manipulación de la historia reciente en la cadena pública, que presentó una vez más una fábula de buenos y malos, donde estos están integrados por los nacionales, durante la guerra, y después por el régimen de Franco.
El éxito de público, con un 17,1% y 19,8% de cuota de pantalla, situó a la miniserie como la más vista del año entre las emitidas por TVE, con una media de tres millones de espectadores y un 18,2% de share. Ninguno de sus dos guionistas, Jorge Galeano y Antonio Hernández, destaca por su rigor histórico. Este, en particular, escribió y dirigió la serie Los Borgia (2006) y, de hecho, se estrenó cinematográficamente en 1979 criticando al franquismo en la película F.E.N.
El cardenal Vicente Enrique y Tarancón (1907-1994) aparece en todo momento como personaje impecable, siempre al lado de los desfavorecidos. Aunque la serie admite –pero no muestra– que en la guerra se mataba a los curas por el hecho de serlo, y de hecho, la enfermedad que lleva a la tumba al padre del entonces sacerdote se debe a que lo imagina asesinado, el que haya algunos clérigos buenos no quita para pintar en todo momento a los nacionales como los malos. Y estos sí aparecen matando a ancianos, mujeres y niños, con excusa de perseguir a un supuesto criminal anarquista al que, por cierto, Tarancón se proponía abastecer de alimentos y medicinas.
Franquismo criminal
El mismo tono se aplica a la posguerra, donde los poderosos “matan de hambre” a los desprotegidos, traficando con cartillas de racionamiento. Este tono malévolo marca a Carrero Blanco, antes de ser asesinado, envuelto en música patética, con gesto hosco y hasta calzándose lentamente unos guantes negros.
La pintura en blanco y negro se proyecta sobre la historia de la Iglesia en España, elevando prematuramente a los altares a Tarancón. Lo peor es que, por contraste, pintan como títeres de Franco a dignos pastores como José Guerra Campos, obispo de Cuenca, o Casimiro Morcillo, de Madrid.
La miniserie de dos capítulos Tarancón, el quinto mandamiento, emitida a final de año por TVE, fue la enésima manipulación de la historia reciente en la cadena pública, que presentó una vez más una fábula de buenos y malos, donde estos están integrados por los nacionales, durante la guerra, y después por el régimen de Franco.
El éxito de público, con un 17,1% y 19,8% de cuota de pantalla, situó a la miniserie como la más vista del año entre las emitidas por TVE, con una media de tres millones de espectadores y un 18,2% de share. Ninguno de sus dos guionistas, Jorge Galeano y Antonio Hernández, destaca por su rigor histórico. Este, en particular, escribió y dirigió la serie Los Borgia (2006) y, de hecho, se estrenó cinematográficamente en 1979 criticando al franquismo en la película F.E.N.
El cardenal Vicente Enrique y Tarancón (1907-1994) aparece en todo momento como personaje impecable, siempre al lado de los desfavorecidos. Aunque la serie admite –pero no muestra– que en la guerra se mataba a los curas por el hecho de serlo, y de hecho, la enfermedad que lleva a la tumba al padre del entonces sacerdote se debe a que lo imagina asesinado, el que haya algunos clérigos buenos no quita para pintar en todo momento a los nacionales como los malos. Y estos sí aparecen matando a ancianos, mujeres y niños, con excusa de perseguir a un supuesto criminal anarquista al que, por cierto, Tarancón se proponía abastecer de alimentos y medicinas.
Franquismo criminal
El mismo tono se aplica a la posguerra, donde los poderosos “matan de hambre” a los desprotegidos, traficando con cartillas de racionamiento. Este tono malévolo marca a Carrero Blanco, antes de ser asesinado, envuelto en música patética, con gesto hosco y hasta calzándose lentamente unos guantes negros.
La pintura en blanco y negro se proyecta sobre la historia de la Iglesia en España, elevando prematuramente a los altares a Tarancón. Lo peor es que, por contraste, pintan como títeres de Franco a dignos pastores como José Guerra Campos, obispo de Cuenca, o Casimiro Morcillo, de Madrid.
Fuente: gaceta.es
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