*El obispo de Segorbe-Castellón, Casimiro López Llorente, titula su carta dominical de esta semana "Catequesis de Confirmación". En ella destaca que la preparación para la confirmación implica "motivación recta, seriedad en el proceso y maduración en su fe y vida cristiana".
En breve comenzarán las catequesis. En pocas parroquias se ha implantado ya el proceso continuado de la iniciación cristiana para niños y adolecentes; son excepción las que ofrecen catequesis infantil. En la mayoría de los casos se ofrece la catequesis preparatoria para la primera Comunión y Confesión y la catequesis preparatoria para la Confirmación. Centrándonos en la Confirmación, la mayoría de los adolescentes y jóvenes que se acercan a recibirla han estado distanciados de la práctica habitual en la comunidad cristiana, en muchos casos desde su primera Comunión.
Si queremos realmente que los adolescentes o jóvenes se preparen para que la acción del Espíritu Santo caiga en tierra buena, el primer objetivo de la catequesis de Confirmación será ayudarles a avivar y madurar su fe en Cristo, es decir, a descubrir y conocer a Aquel que es el Salvador del mundo, a seguir a Jesucristo resucitado que les da su Espíritu en la Iglesia viva, y a madurar en su vida cristiana. Hacia esto, que es lo principal, ha dirigirse la pastoral de la confirmación.
Pero, ¿cómo provocar el deseo de Jesucristo en aquellos que, habiendo sido bautizados de niños y recibido la primera Comunión, no han tenido formación permanente en la fe y están distanciados de la comunidad eclesial? ¿Cómo lograr que chavales de 13 a 16 años se sientan atraídos de lleno hacia la persona de Jesús, el Señor Resucitado, hacia su Evangelio como norma de vida, y hacerles ver esto les concierne plenamente, les pide conversión y transformación de mente, corazón y vida, para seguir a Cristo en el seno de la comunidad eclesial?
Contando siempre con la ayuda de la gracia, en el proceso catecumenal de preparación a la Confirmación hay algunos criterios que son básicos. El primero es personal: que cada joven llegue a la convicción personal de querer ser cristiano, es decir, creer en Cristo, seguirle en el seno de la Iglesia y ser su testigo en la Iglesia y en el mundo; para ello es muy aconsejable dedicar un tiempo -antes de comenzar con el programa de catequesis- al anuncio del kerigma que suscite y avive el encuentro personal con el Señor y la fe en Él, el deseo de conocerle, amarle y seguirle; antes de nada hay que aclarar y depurar, en su caso, con cada uno el motivo por el que desea recibir la confirmación; si el motivo no fuera recto habrá que decirle que lo deje para más adelante. En segundo lugar es necesario que el proceso sea personalizado, lo que no excluye la reuniones y actos catequéticos en grupo; pero cada uno ha de ser acompañado personalmente en su proceso de crecimiento en la fe, y en la vida cristiana (escucha de la Palabra, oración personal y comunitaria, participación en la Eucaristía dominical y en la Penitencia) y en la vida moral. Es un proceso evolutivo y evangélico, realizado con ellos, no sólo para ellos. Y, finalmente, este proceso ha de llevarse a cabo dentro de la comunidad cristiana; y no sólo porque han de participar en la vida de la comunidad sino también porque la comunidad está aludida ante este acontecimiento de Pentecostés, sin el cual se apagaría la Iglesia.
La preparación para la confirmación implica, pues, que el joven desee de forma consciente y responsable orientar su vida centrada en Jesucristo Resucitado que nos reúne en Iglesia. Esto requiere de su parte interés, motivación recta, seriedad en el proceso y maduración en su fe y vida cristiana, y compromiso eclesial.
Con mi afecto y bendición,
Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
Si queremos realmente que los adolescentes o jóvenes se preparen para que la acción del Espíritu Santo caiga en tierra buena, el primer objetivo de la catequesis de Confirmación será ayudarles a avivar y madurar su fe en Cristo, es decir, a descubrir y conocer a Aquel que es el Salvador del mundo, a seguir a Jesucristo resucitado que les da su Espíritu en la Iglesia viva, y a madurar en su vida cristiana. Hacia esto, que es lo principal, ha dirigirse la pastoral de la confirmación.
Pero, ¿cómo provocar el deseo de Jesucristo en aquellos que, habiendo sido bautizados de niños y recibido la primera Comunión, no han tenido formación permanente en la fe y están distanciados de la comunidad eclesial? ¿Cómo lograr que chavales de 13 a 16 años se sientan atraídos de lleno hacia la persona de Jesús, el Señor Resucitado, hacia su Evangelio como norma de vida, y hacerles ver esto les concierne plenamente, les pide conversión y transformación de mente, corazón y vida, para seguir a Cristo en el seno de la comunidad eclesial?
Contando siempre con la ayuda de la gracia, en el proceso catecumenal de preparación a la Confirmación hay algunos criterios que son básicos. El primero es personal: que cada joven llegue a la convicción personal de querer ser cristiano, es decir, creer en Cristo, seguirle en el seno de la Iglesia y ser su testigo en la Iglesia y en el mundo; para ello es muy aconsejable dedicar un tiempo -antes de comenzar con el programa de catequesis- al anuncio del kerigma que suscite y avive el encuentro personal con el Señor y la fe en Él, el deseo de conocerle, amarle y seguirle; antes de nada hay que aclarar y depurar, en su caso, con cada uno el motivo por el que desea recibir la confirmación; si el motivo no fuera recto habrá que decirle que lo deje para más adelante. En segundo lugar es necesario que el proceso sea personalizado, lo que no excluye la reuniones y actos catequéticos en grupo; pero cada uno ha de ser acompañado personalmente en su proceso de crecimiento en la fe, y en la vida cristiana (escucha de la Palabra, oración personal y comunitaria, participación en la Eucaristía dominical y en la Penitencia) y en la vida moral. Es un proceso evolutivo y evangélico, realizado con ellos, no sólo para ellos. Y, finalmente, este proceso ha de llevarse a cabo dentro de la comunidad cristiana; y no sólo porque han de participar en la vida de la comunidad sino también porque la comunidad está aludida ante este acontecimiento de Pentecostés, sin el cual se apagaría la Iglesia.
La preparación para la confirmación implica, pues, que el joven desee de forma consciente y responsable orientar su vida centrada en Jesucristo Resucitado que nos reúne en Iglesia. Esto requiere de su parte interés, motivación recta, seriedad en el proceso y maduración en su fe y vida cristiana, y compromiso eclesial.
Con mi afecto y bendición,
Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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